En casas particulares, oficinas, negocios el diseño es una proyección de nosotros mismos. Refleja los gustos, inquietudes y filosofía de vida del propietario. Las visitas son personas que llegan a nuestra casa y les damos la oportunidad de compartir con ellos nuestro mundo particular.
El interiorismo es un vehículo de comunicación. Imagínate que llegas a un despacho de abogados para que te resuelvan un conflicto civil con una empresa. Te atienden en una sala muy grande con cuatro o cinco mesas de despacho, cada una de un color, compradas en hipermercados en saldos de ocasión. Sobre las mesas ves montones de papel desordenado, la pantalla del ordenador girada y un vaso de celulosa con café humeante.
Junto a la pared hay una estantería de chapa con libros de consulta, eso sí, blanca. Sobre una mesa de conglomerado han colocado una cafetera de cápsulas y una pila de vasos desechables, al lado, una pequeña nevera. Se ven papeleras esparcidas por la sala. Al fondo alguien ha instalado una máquina pinball de los años 90. Es para descargar tensiones, según te han dicho.
Aquello parece las Start ups de las series de televisión norteamericanas. Las que montaban dentro de los garajes. El comedor de un piso de estudiantes. Puede que allí trabajen estupendos abogados, pero desde luego no te infunden confianza. No te da la impresión de que sean los profesionales que te van a ayudar a resolver tu problema.
El interior de tu casa u oficina debe ir en concordancia con tu carácter. No puedes dar la impresión de una persona dinámica y desenfadada y tener tu casa decorada como si fuera la de tu abuela. Recargada con objetos y muebles por todos lados, por donde casi no puedes pasar. Como si hubieras montado una especie de museo de tu vida. Como si sufrieras un trastorno acumulativo y no quisieras desprenderte de ningún artículo porque te trae recuerdos.
Tu casa debe ser funcional. Un sitio en el que te encuentres a gusto y cubra tus necesidades del día a día. Para ello debe estar en sintonía contigo. El diseñador de interiores Sergio Nisticò opina que “Nuestro lugar debe reflejar quienes somos, sacar lo mejor de nosotros mismos y contribuir a un mundo mejor.”
El lenguaje del diseño.
El diseño de interiores transmite un mensaje de forma integral. En una entrevista realizada por la revista «One library» a la diseñadora mexicana Karina Maldonado, especialista en tiendas de lujo, explica como el espacio interior del comercio transmite más información, si cabe, que exhibir un reloj en una vitrina o un bolso en un expositor.
Igual que en un restaurante comemos más y mejor si no encontramos en un espacio cálido y agradable, en una tienda es importante la disposición, el mobiliario, la iluminación y hasta el aroma que desprende.
Según explica la diseñadora, cuando se adquieren productos de lujo, con un alto ticket de venta, esperamos recibir un trato especial. El diseño debe reflejar un mundo exclusivo al que el comprador aspira a pertenecer o con el que se siente identificado. Debe tener un decorado elegante y refinado, aunque es recomendable que no esté demasiado recargado ni sea muy suntuoso. La idea es que invite al cliente a permanecer en él el máximo tiempo posible.
Que pueda moverse por un espacio diáfano observando diferentes artículos, como si asistiera a una exposición, o si lo desea, sentarse en un cómodo sofá ojeando la prensa hasta que llegue su turno para ser atendido. No debe ofrecer la imagen de una tienda tradicional, con un mostrador en que parece que lo más importante es despachar al cliente, sino dar una impresión más cercana, donde lo que prima es el bienestar. El diseño de la tienda debe seducir tanto como el producto.
Una idea bastante empleada es simular un salón. En el que parece que el cliente ha sido invitado a una recepción. Con una iluminación nítida, una música de fondo relajante y la opción de poder tomar algún tentempié ligero o una copa de champán.
En este caso priman los espacios amplios, con tonos suaves y neutros. Que no den situación de agobio, sino más bien lo contrario. Que resulten acogedores y estimulen, si es posible, varios sentidos al mismo tiempo.
Espacios útiles y actuales.
El diseño de interiores actual huye de la nostalgia. Busca romper paradigmas de otros tiempos. Estilos que han quedado en el pasado y que no se corresponden con la realidad que vivimos y con la que parece que depara el futuro.
Estamos en la era de la tecnología. En la que prima resolver los problemas que surgen de forma rápida y efectiva. Donde la sencillez y el fácil manejo es un valor en alza. No queremos jeroglíficos que interpretar, sino tener los artículos que necesitamos a mano. A veces, menos es más.
El diseñador egipcio, afincado en Nueva York, Karin Rashid confiesa a la revista «Interiores» que él solo se rodea de objetos que sean útiles y que le aporten satisfacción a su vida. Ese punto de vista personal, intenta inculcárselo a sus clientes cuando le hacen un encargo.
La idea es que si uno introduce un nuevo objeto en su casa es porque tiene sentido. Es interesante sustituir aquellos objetos de factura pobre por otros sostenibles, ergonómicos y útiles. El diseñador propone que todos deberíamos reemplazar al menos tres piezas inoperantes de nuestra vida por una que realmente sea satisfactoria. Con ello combates el hiperconsumismo y la tendencia a acaparar objetos que en los hechos carecen de interés.
Nuestra casa debe ser un remanso de paz y de tranquilidad. Un espacio para el disfrute y la satisfacción. Que rompa con el estrés que impone la rutina del trabajo y la vida moderna. En ese sentido es importante la iluminación. Usar fondos claros que reflejen la luz. Espacios libres por los que podamos transitar y fluya el aire y la energía.
Sustituir las líneas rectas por otras curvas en el mobiliario nos aporta sosiego. Emplear colores fuertes que contrasten con el fondo neutro hace que los objetos resalten en la habitación, ganando belleza estética.
Rashid dice que antes de diseñar un espacio piensa más en la experiencia humana que en el aspecto visual, en el uso que le van a dar las personas que lo van a habitar. Nos hemos convertido en personas prácticas. Tal vez por el poco tiempo del que disponemos para nosotros mismos, y que cuando lo tenemos, lo aprovechamos al máximo. O puede que sea por el devenir de los tiempos.
El encaje estético lo resuelve en una segunda fase. La gama tan amplia de muebles y accesorios que tenemos a nuestro alcance permite elegir entre diferentes colores y formas.
Un trabajo en equipo.
El diseño de interiores es un trabajo colectivo. El cliente visita al diseñador con una idea previa de que es lo que quiere. El diseñador se encarga de materializarla. Su experiencia permite que le pueda hacer sugerencias y presentarle distintas ideas de proyecto. Es clave que exista una comunicación fluida entre el diseñador y el cliente.
Es un trabajo personalizado. Todos huimos de las réplicas. No queremos que nuestra casa, oficina o negocio sea como una sucursal bancaria en la que todas son iguales. El diseñador debe conocer a su cliente. Saber que uso le va a dar al espacio, cuáles son sus gustos, e incluso, determinados aspectos de su personalidad.
Algunos diseñadores hacen una planificación por ordenador en 3D de sus proyectos y se lo enseñan al cliente. De esta forma, se puede hacer una idea aproximada de cómo quedará el espacio una vez terminada la obra. Al mismo tiempo le presenta un presupuesto.
El presupuesto viene determinado por el objetivo. No cuesta lo mismo configurar un despacho que un chalet de lujo. El presupuesto tampoco es sinónimo de originalidad. En ocasiones, los presupuestos ajustados agudizan el ingenio y dan pie a resultados originales y sorprendentes. Otras veces, un presupuesto demasiado bajo impide cubrir las expectativas del cliente.
Para materializar el diseño son necesarios pintores, carpinteros, albañiles, electricistas, proveedores, etc. El diseñador es como el director de orquesta que hace que la sinfonía que ha compuesto bajo las directrices del cliente, suene en todo su esplendor. Por eso, el propio diseñador supervisa la obra, estando al tanto de todos los detalles.
A diferencia de un decorador, un diseñador de interiores tiene conocimientos de construcción, arquitectura, sostenibilidad ambiental, diseño tecnológico y diseño físico. Mientras un decorador se dedicaría a vestir un espacio, el diseñador lo crea. En ocasiones implica crear el espacio físico, partiendo de las características del edificio y, por tanto, dirigir un equipo de reformas.
El diseñador de interiores reconfigura y remodela espacios, efectuando una transformación más completa e integral, de acuerdo con las necesidades y deseos de la persona que le ha contratado. El diseño de interiores contempla todos los aspectos relativos al espacio que queremos crear, no solo la decoración o el mobiliario.
El lugar en el que habitamos o donde trabajamos son espacios para vivirlos. Sitios en los que nos sintamos cómodos y con los que nos veamos representados. Un buen diseño de interiores convierte estos lugares en una proyección de ti.